Por increíble que parezca, hemos sobrevivido a un viaje por carretera con el fresón conductor. Ni que decir tiene que ya no me hace falta montarme en el dragon khan y que la próxima vez que alguien me pregunte si he visto de cerca la muerte podré decir que si, que yo he visto el tunel, y que al final había...un fresón. Bueno, desviaciones mentales a parte, he de decir que tampoco fue tan terrible, más allá de conducir 30 kilómetros con el freno de mano puesto y entrar sin frenos en LLodio debido al sobrecalentamiento, lo que no quedará sino como recuerdo simpático para mi y odioso para el fresón durante siglos y siglos.
Y, como estábamos vivos, cambiamos el sobrevivir por el sobrebeber, y así estamos hoy, con un melón más perdido que George Bush en el aula magna de la universidad de deusto, y un fresón que, imagino, seguirá sudando los alcoholes de un fin de semana cuanto menos peculiar, fin de semana de punk, alcohol y amistad.
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