Parece mentira, que con lo que ha llegado a ser este komando, estemos en una especie de carrera de mínimos para salvarnos de la batidora, sin un rumbo fijo, sin ideas ni casi historias.
Cuesta pensar que el melón no desbarre con sus utopías, que la reina mandarina no clame porque su dios no visite Donosti, que el fresón no divague sobre las mil y una líneas que no para de escribir o que la kiwi se encuentre desaparecida en combate.
Que vale que llega el otoño, y nos ponemos potxos, pero deberíamos tener el cuidado de, aunque sea de vez en cuando, visitar el que sigue siendo nuestro frutero.
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